CRÓNICAS DE ZAMORA (I) Por OSCAR PUKY GUTIERREZ, POETA BOLIVIANO

 

Ahora soy un insoportable que solo habla de México. Ni los taxistas se salvan… Y pensar que estuve a punto de no ir, por esto del auto-sabotaje, por esto de ponerle zancadillas a la propia felicidad, por esto de anteponer razones a lo que la intuición ya sabía… por mariconadas mías, nada más.

Pero fui, y fui verídicamente feliz. México es ahora una bisagra entrañable que (lo sé a cabalidad) constituye el inicio de un nuevo capítulo en mi vida literaria.

Los once días pasados en la patria de Jaime Sabines fueron perfectos. Llegar a Zamora, Michoacán un día antes de todo, implicó la posibilidad de conocer parte del México rural, su gente, sus ritos colectivos, su gentileza, sus coloridos cementerios (tengo la impresión de que, por allá, morirse no es tan grave…), su extraordinario buen humor y su cerveza. En esa alentadora tarde, con la Palitachi , Víctor (“órale señor Barriga”) y “el francés”, probé un primer bocado del festín que se avecinaba.

Luego, de retorno al hotel, conocí a algunos poetas: una variopinta colección de personas habitadas. Al borde de la piscina coincidimos: las queribles chilenas en bikini, la señora “Bachelet”, el impecable vasco, el sonriente uruguasho, mi instantáneo broder “mezcalito”, y este boliviano sin complejo de inferioridad que hablaba de Azkargorta y Sabines y canciones y selva amazónica.

Al día siguiente comenzó formalmente el Encuentro, el XIX Encuentro Internacional de Poetas de Zamora. Su gestor y anfitrión, el poeta Roberto Resendiz (conocido por esas latitudes como “el doctor Resendiz”), cordial, preciso y mesurado, nos dio la bienvenida. Acto seguido, todos y cada uno de los 44 poetas asistentes fuimos gentilmente acompañados por las sonrientes voluntarias a diferentes establecimientos educativos (de ese modo se abona el terreno para la futura generación de lectores y escritores, se establece una conexión real entre los que llegan y los que ya están y, además, la población local se apropia, se adueña del evento, es decir, lo hace suyo).

A mí me tocó una universidad. Primer alivio y primera feliz constatación: mi poesía “funciona” más allá de las rotondas cruceñas y la geografía nacional. Hubo silencios, y risas, y aplausos, y complicidad, y firmas. Pero la fiesta recién acababa de comenzar…